Además, ustedes han oído que fue dicho a los antiguos: No jurarás falsamente; sino que cumplirás al Señor tus juramentos.Pero yo les digo: No juren en ninguna manera; ni por el cielo, porque es el trono de Dios; ni por la tierra, porque es el estrado de sus pies; ni por Jerusalén, porque es la ciudad del Gran Rey. No jurarás ni por tu cabeza, porque no puedes hacer que un cabello sea ni blanco ni negro. Pero sea su hablar, ‘sí’, ‘sí’, y ‘no’, ‘ no’. Porque lo que va más allá de esto, procede del mal. Mateo 5:33-37
Las palabras son el puente que conectan el mundo espiritual con el mundo físico. Son ellas las que traen a la existencia nuestras ideas y pensamientos, afirman nuestra identidad y nos ayudan a crear la realidad que nos rodea.
Las palabras y el mundo espiritual
Hay un principio espiritual que opera cuando hablamos ya sea estemos o no conscientes de su existencia. Nuestras palabras tienen poder creativo. Debemos recordar que fuimos diseñados a la imagen y semejanza de Dios, y cada vez que Él habla sus palabras son seguidas de acciones creativas. En forma similar cada vez que nosotros hablamos creamos una realidad con lo que sea que expresamos.
Nuestras palabras conectan los pensamientos, ideas y creencias con las acciones. Por lo tanto es necesario que estos tres elementos se encuentren en sintonía. Es decir, que lo pensamos y creemos sea lo mismo que hablamos y hacemos. Podemos ver estos tres ingredientes operando en esta enseñanza de Jesús:
De cierto les digo que cualquiera que diga a este monte: “Quítate y arrójate al mar”, y que no dude en su corazón sino que crea que será hecho lo que dice, le será hecho. Marcos 11:23
La razón por la que hay una acción como resultado es que las palabras van cargadas con el poder de la fe. Cuando rompemos la conexión existente entre estos elementos, ya sea al decir o hacer cosas que no creemos, producimos palabras que no tienen poder creativo o que tienen la capacidad de producir una realidad disfuncional.
¿Por qué jurar?
Pensemos por un momento, si pienso algo y digo que lo voy a hacer, ¿por qué tendría la necesidad de jurar o prometer que lo haré? Usualmente cuando decimos lo prometo, o lo juro, nos da la sensación que hay un mayor compromiso para llevar a cabo eso que hemos dicho. En otras palabras, cuando simplemente digo que haré algo, tengo la opción de no hacerlo sin sentirme tan mal a como si lo hubiera prometido.
No creo que Jesús estuviera en contra del mero hecho de hacerlo, de ser así Dios no hubiera hecho promesas y juramentos. Aunque debemos señalar que cuando Dios hacia una promesa no era por causa que su palabra no tuviera peso, sino para dar una mayor seguridad al que la recibía.
En todo caso la intención de Jesús iba más dirigida a prevenir que rompiéramos el principio creativo de las palabras. A nivel del subconsciente comenzamos a creer que está bien pensar una cosa, decir otra y hacer algo completamente distinto. La razón detrás de esto es que estamos configurados para creer lo que repetimos a diario, aun las mentiras.
Las palabras y mi autoridad
Mis palabras también deben ir acordes con mis habilidades, capacidades y talentos. Dicho de forma sencilla, no digas que puedes hacer algo para lo cual no has desarrollado habilidades o no está dentro de las capacidades de tus talentos. Todos nacimos con ciertos talentos e inclinaciones naturales o hemos desarrollado una habilidad en un área específica, a lo que podemos llamar nuestra área de autoridad.
Cuando usamos nuestras palabras dentro del área de nuestra autoridad es cuando están operan a su capacidad máxima. Como ejemplo, hay una gran diferencia cuando un doctor dice que es necesario hacer una cirugía a cuando lo dice una de las enfermeras.
Todo el mundo debería de estar consciente de cuál es su área de autoridad para que sus palabras puedan ser más efectivas.
Las consecuencias
Al acostumbrarnos a que lo que hablamos no es necesariamente acorde a lo que hago o pienso, eventualmente mis palabras pierden la capacidad de acción o poder creativo. Estas son algunas de las consecuencias:
- Perdemos la capacidad de cumplir metas, ya que cada vez que las ponemos, internamente no creemos que las vamos llegar a realizarlas.
- Frustración, amargura, poca productividad, estancamiento. Mis palabras ya no tiene el poder para hacernos creer que las cosas van a cambiar y no nos dan la capacidad para producir movimiento y avanzar en la vida.
- Perdida de auto estima y confianza en nosotros mismos.
- Desarrollamos un sentido de incapacidad.
¿Cómo nos recuperamos?
No esperes que otros comiencen creyendo en tu palabra de la noche a la mañana, primero debes comenzar a creer tú mismo en ellas y hacer que sean de peso para tu vida llevando a cabo cada cosa que has dicho que harás.
Comienza en pequeños pasos, como estar a tiempo para una reunión; si dices que llegaras a una hora determinada llega a esa hora. Si dijiste que vas a asistir a un evento, asegúrate de estar presente. Si has dicho que vas a orar por alguien, hazlo.
Segundo, habla solo aquellas cosas que crees y que estás seguro que están dentro de tus capacidades. Muchos hablan de mas para sentirse aceptados por otros o dar una buena imagen. Todo esto nunca termina bien.
Por último, no hagas todo eso solo para ser aceptado por otros, sino por que es lo que se debe hacer. Es claro que uno de los resultados será que las personas te verán cómo alguien en quien se puede confiar y esto afectara en forma positiva la forma como te perciben.